sábado, 5 de diciembre de 2015

EL MUNDO DE AYER de Stefan Zweig

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3 comentarios:

  1. Estoy leyendo la novela con mucho interés y aunque parece una época superada no lo está tanto.

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  2. Como siempre mis amigos tertulianos no asoman palabras, deseo agradecer a los que colaboran con escritos, poemas o dan su opinión sincera sobre los que colgamos, gracias a Joaquin trabajillos y esperando haber pasado una Navidad en familia y que el año que entre sea al menos como el que se va para siempre,Abrazos de Fimiosky

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  3. STEFAN ZWEIG
    EL MUNDO DE AYER: MEMORIAS DE UN EUROPEO


    La obra que estamos leyendo: “Memorias de un Europeo” del autor Stefan Zweig, fue la última que escribió. Tenía necesidad de dejar testimonio y lo hizo a su modo: magistralmente. Le dio la forma de una autobiografía.
    Tenía, para hacer esta gran obra, muchas cosas a su favor:
    — Fue cosmopolita
    — Autor esponja: lo capta todo, lo ve todo, lo observa todo.
    — Tenía una gran memoria
    — Una gran voluntad de dar testimonio
    En su contra tenía su deseo de parar el mundo para hacerlo distinto. El no lograrlo, le llevó a ser espectador de un mundo convulso, que respiraba y se movía bajo las órdenes de seres inhumanos, que encendían una guerra, con las mortecinas brasas de las otras, ya—entre comillas—, terminadas.
    En su contra tenía, el no tener la ayuda de apuntes, ni nada, como por ejm. una grabadora eléctrica o algo tan actual, hoy, como un ordenador, para poderlo recordar todo con exactitud
    Nos transmite en su novela, su tiempo y la evolución del mismo. Nos transmite lo que él ha vivido y con quién lo ha vivido, explicando lo malo y lo bueno de cada momento, de cada situación, con la finalidad de que con su testimonio no se repita lo primero.
    En su novela Stefan Zweig, es un testigo excepcional, que conoce el pensamiento de los hombres y mujeres más notables de su tiempo, por ellos mismos. Es judío, y ve desaparecer la influencia de esa etnia en Europa. Los cambios son evidentes y nos describe la disminución del interés, en general, por la cultura. Los judíos, no solo aman el dinero. Los judíos lo que aman en realidad, es lo que se puede hacer con él…
    Los teatros, la música, la literatura, la pintura…, todo, se ve menoscabado por la poca influencia que tienen los judíos, en un tiempo en el que no pueden gastar su dinero en cultura. Quienes no son judíos, tampoco gastan, siguiendo su costumbre, en cultura. No hay “mecenas”. Los mecenas son los banqueros judíos, que suelen asistir a conciertos, promocionarlos y en sus horas libres, muchos de ellos, practican el arte: recrean, aprenden o enseñan. Los judíos son músicos importantes, pintores, filósofos, porque en el seno de sus familias se siembra la semilla de la cultura y esta no se considera un deber sino un auténtico placer.
    Zweig dice que sus padres fueron judíos “por accidente”, y por ese accidente, él tuvo que ponerse a salvo cuando el avance nazi era inminente, ya que él había sido un intelectual comprometido con su tiempo y estaba en contra de Hitler y sus ideas, aunque tuviese amigos músicos, poetas, que parecían hacerle un guiño al régimen… Su conciencia, su espíritu, no resistió el mero pensamiento de un gobierno nazi universal. Él amaba la libertad y marchó a dónde nadie podía discutírsela. Eligió su último camino.
    Stefan Zweig no se sintió atraído por el sionismo, que propugna la libre autodeterminación del pueblo judío, aunque en su novela “El candelabro enterrado” nos narra la historia de un judío que hizo del objetivo de su vida, el preservar la “menorá”, que es un símbolo del judaísmo y que es una lámpara de aceite sionista de siete brazos empleada en sus liturgias.
    Zweig murió a los sesenta años. Habría cumplido sesenta y uno en noviembre y murió en febrero. Me admira todo lo que pudo hacer en la vida en tan corto plazo. Me admiran su conocimiento del mundo, del ser, y también su obra tan prolífica, escribió muchas biografías, relatos, novelas que con sus metáforas y enseñanzas, sacaron a la luz a personajes tan poderosos y por tanto siniestros—casi siempre es así— como “Fouché”.
    Sirva este comentario para reivindicar a esa “pléyade” de escritores, que parecen no haber pasado por la vida porque el tiempo los ha arrinconado, pero que merecen estar presentes, porque logran su universalidad, por sus pensamientos, que no solo salen de su mente sino de su corazón.
    Alicante1/01/2016
    Mª Jesús Ortega Torres

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